RESUMEN DE OPINIÓN – 09.05.2018

TEMAS ABORDADOS
TEMA: ESCENARIO ELECTORAL
MATRICES: Dictadura / Promoción de la abstención / Fraude electoral

BALANCE GENERAL
EDITORIAL DE EL NACIONAL “…La conciencia de la ciudadanía no se debe permitir el lujo de poner al dictador y a su régimen en la esquina del camino, bien tapado y guarnecido, mientras se ocupa de pelear por el abstencionismo o por la participación electoral (…) el socialismo del siglo XXI nos niega y el alimento de un pueblo doliente que no tiene cómo llenar el estómago…”

RAFAEL RODRÍGUEZ MUDARRA “…Nicolás Maduro trata de manera demagógica permear el sentimiento colectivo de los que padecen mengua (…) El decreto de Maduro (sobre el aumento salarial) exhibido como conquista de un régimen en picada, al igual que los otros, ha empeorado la situación del país, en esta oportunidad con unánime postura de omisión (…) permitir su reelección sería concebir a Venezuela como una nación dividida en dos grupos totalmente irreconciliables (…) La derrota de Maduro está a la vista, no goza de consenso en la opinión pública a lo que se suma una sentencia de aceptación  ecuménica que declara su suspensión como presidente de Venezuela…”

FERNANDO OCHOA ANTICH “…He quedado sorprendido al observar que, cada sector considera que el enemigo político a vencer no es la dictadura madurista sino aquel que no comparte su posición, sin entender que esa conducta favorece el objetivo central de la estrategia de Nicolás Maduro…”

ASDRÚBAL AGUIAR “…votar bajo dictaduras en nada refuerza el quehacer ciudadano, ni favorece la libertad (...) Es por ausencia de contexto democrático que la comunidad internacional ha declarado que no reconocerá el acto electoral convocado en Venezuela para el 20 de mayo por una asamblea constituyente dictatorial (…) devolver con la abstención un mensaje pedagógico ante la opinión, es lo correcto…”

BEATRIZ DE MAJO “…El venezolano de hoy ve a su país como una tierra de sufrimiento, como un reducto de penas y dificultades, como un riesgo, como una maldición (…) Es la población de a pie la más penalizada por los destrozos alimentarios y de salud, la que no tiene trabajo formal o la que teniéndolo, no consigue hacerse de una vida digna…”

ARTÍCULOS DE OPINIÓN
¿Y MADURO CUÁNDO? (EDITORIAL, EL NACIONAL)
Es natural que buena parte del debate público se oriente hacia la discusión de las dos posturas de la oposición en torno a las cercanas elecciones. Los partidarios de la abstención critican a los seguidores de Falcón, y viceversa, para que se vea más movimiento entre los adversarios de la dictadura que en las escuálidas presidenciales. Parece una situación comprensible, debido a que ofrece fundamento para enfrentamientos provechosos que pueden tener sentido a mediano plazo.
Una discusión de tal tipo no es perjudicial, sino todo lo contrario. Permite mayor claridad cuando en el país predomina la inercia. Invita a descubrir los límites y las excelencias de las fuerzas opositoras, ante un acontecimiento primordial para lo que pase en los días inmediatamente posteriores. Las polémicas tienen fundamento y no se deben evitar, aunque solo sea para impedir que no nos acostumbremos al silencio demoledor que promueve Maduro junto con sus seguidores del alto gobierno, para que no perdamos el hábito de involucrarnos en los asuntos que más nos conciernen como ciudadanos.
Pero, dicho esto, igualmente conviene insistir en la necesidad de no olvidar que en el centro del tema que más debe interesar a la sociedad se encuentran la deplorable figura y la pavorosa gestión de Nicolás Maduro. La conciencia de la ciudadanía no se debe permitir el lujo de poner al dictador y a su régimen en la esquina del camino, bien tapado y guarnecido, mientras se ocupa de pelear por el abstencionismo o por la participación electoral.
Si las desgracias de la sociedad encuentran origen en el mal gobierno de un sujeto deplorable, ese individuo y su pésima gestión deben estar necesariamente presentes en el centro de las discusiones. Especialmente porque sobrará la tela para cortar. Escaseará el tiempo para detallar el inventario de los delitos y las desidias del dictador.
Un fatigoso detalle de los males que la “revolución” ha producido en Venezuela llenará nuestros días, nuestras semanas y nuestros meses. Será el trabajo que el socialismo del siglo XXI nos niega y el alimento de un pueblo doliente que no tiene cómo llenar el estómago. Será el testimonio de que, en la  hora de la verdad, no dejamos de ocuparnos de lo esencial para nuestra existencia. Pero, en especial, será la actividad a la que más miedo tienen el dictador y sus secuaces.
No se trata ahora de promover un tipo principal de discusión, ni de coartar el juego de las opiniones de los adversarios de la dictadura sobre las cercanas elecciones. Eso no es posible, ni tampoco deseable. Se trata solo de evitar que, en medio del fragor del atropello  de los juicios y de la influencia de los prejuicios, olvidemos que lo fundamental es enfilar las armas hacia  el elefante que irrumpe en la sala de nuestras casas y dejar las minúsculas  y volátiles perdices para otro tipo de cacería.
Hay diferentes tipos de presas, respetados lectores, pero una de ellas sobresale por la magnitud de los males que ha causado a la sociedad. Se puede escapar, a pesar de su volumen, mientras nos ocupamos de una fauna que merece análisis y necesita reproches, aunque quizá menos de los que ahora les dedicamos de manera preferente.

MADURO PROVOCA SU CAMBIO (RAFAEL RODRÍGUEZ MUDARRA, EL NACIONAL)
El día próximo al Primero de Mayo y en los subsiguientes se han suscitado hechos que han sido motivo de preocupación para los ciudadanos –que de manera mayoritaria le han hecho resistencia sostenida al autoritarismo demostrado por el presidente Maduro–, entre los cuales ha tenido connotación las consecuencias sobrevenidas del decreto ejecutivo sobre el nuevo aumento del salario mínimo, de cumplimiento inmediato, con posdata suscrita para conversar con los “representantes de la red de supermercados y abastos“, sobre su obediente y recta aplicación.
El presidente –sin punto ni coma que pueda alterar su convincente decisión, hablando de manera categórica y escuchado por los ciudadanos que desean un cambio en su habitual estado de postración– comunicó a través de los medios de comunicación: “Yo le he dado una orden al vicepresidente ejecutivo de la República, Tareck el Aissami, para que cite a toda la red de supermercados y abastos, y un ultimátum”. Se entiende que tal ultimátum, sin consideración al lenguaje diplomático, ha de ser considerado por el ciudadano necesitado como una resolución terminante y definitiva comunicada por escrito, para su cumplimiento insobornable.
No es la primera vez que Nicolás Maduro trata de manera demagógica permear el sentimiento colectivo de los que padecen mengua, hoy mayoría poblacional, anunciando presidio para los que no cumplan el contenido de los decretos promulgados. En el antepenúltimo aumento amenazó con 24 años de prisión al comerciante que osara no obedecer, para lo cual no hubo cumplimiento de resultados acatados por parte de los amenazados.
En el tercer aumento salarial en lo que va de año, Maduro de manera un poco suavizante ordena a su segundo de a bordo conversar, sin interrupción, con los supermercados y abastos para que se evitara incumplir la Ley sobre precios justos en la aplicación de tan “degradante y mísero salario”. Salario, que a consideración de muchos, al igual que las dádivas que ha venido otorgando, no es más que un recurso de proselitismo electoral, que ha tenido como resultado la consumación degradante de la situación de miseria de una población, que no encuentra cobijo para cubrir las inmensas necesidades que a diario padece; sin  la menor estima de los que poseen el disfrute sensual del manejo sin control del erario público.
El decreto de Maduro, exhibido como conquista de un régimen en picada, al igual que los otros, ha empeorado la situación del país, en esta oportunidad con unánime postura de omisión.
La bravata proferida con arrogancia para la imposición de un salario que no satisface a la clase trabajadora y a los pensionados de la República, que sin consulta fue decretado, ha formado una respuesta de unificación entre los comerciantes de diferentes ramas, incluido expendedores del área farmacéutica y lo que es más, de los mercados municipales, llamados de la soberanía alimentaria. Estas empresas se han unificado en carteles y llegado a acuerdos informarles con el firme propósito de eliminar la competencia en el mercadeo de medicinas, productos agrícolas, pecuarios, alimentarios de todos los ramos, y han obtenido ganancias ilimitadas con toda clase de beneficios; encaminados a desarrollar un control sobre la producción y distribución de las mercancías, mediante pactos ilícitos (colusión) y formando un mercado monopolístico con un inmenso poder de mercadeo frente a la cual el gobierno ha dejado de hacer; ha consentido en dejar pasar, lo que nos hace pensar que existe aval para tan ostensible comportamiento del sector oficial, a cuyo cargo se encuentra la protección del consumidor. Estos señores son tesoreros de delitos de lesa humanidad.
Como colofón a lo expuesto, sin duda alguna la situación de comportamiento de Maduro nos hace pensar que, como lo he dicho en diversas oportunidades, reunió las condiciones para postularse como presidente, empero ha demostrado no tenerlas para ejercerlas, por lo que permitir su reelección sería concebir a Venezuela como una nación dividida en dos grupos totalmente irreconciliables. Uno de formación fascista y militar, de nepotismo absoluto, que goza de riquezas súbitas, que controla los órganos de los poderes públicos, que tiene mucho más de lo superfluo, que no permite disidencia. Y otro que se encuentra sometido a un estado de miseria, al cual se le niega la ayuda humanitaria ofrecida con gestos de bondades por instituciones y sociedades internacionales, que migra en busca de solución a sus problemas, que por desidia de un gobierno autoritario se incrementa y muere de mengua.
La derrota de Maduro está a la vista, no goza de consenso en la opinión pública a lo que se suma una sentencia de aceptación ecuménica que declara su suspensión como presidente de Venezuela, así como su inhabilitación para ejercer cualquier cargo público en el marco de la continuación del antejuicio de mérito, con exhortación a la Asamblea Nacional sobre el particular.
Esperar a que Maduro dimita lo creo una ocurrencia propia de “los muchachos”, pero seguro estoy de que si se forma una dirigencia unida de verdad, el cambio de régimen se daría de inmediato. Votar o no votar requiere de unidad formal y dialéctica sobre la conveniencia de hacerlo o no hacerlo. Nos queda tiempo para echarle pichón, lograrlo es fundamentalmente patriótico. El pueblo lo implora, lo necesita, asumamos el deber desinteresado ¿Por qué no complacerlo?

UNA ABSURDA DIATRIBA: VOTAR O ABSTENERSE (FERNANDO OCHOA ANTICH, EL NACIONAL)
En Venezuela ha surgido un inconveniente y apasionado debate sobre los motivos por los cuales se debe votar o abstenerse en las próximas elecciones presidenciales. La polémica ha alcanzado niveles tan irracionales en la oposición democrática que se ha llegado al extremo de considerar que cada sector posee la verdad absoluta. Esta circunstancia ha impedido que se pueda realizar un debate suficientemente esclarecedor que permita establecer una sola estrategia para enfrentar las elecciones del 20 de mayo. He quedado ingratamente sorprendido al observar que, inexplicablemente, cada sector considera que el enemigo político a vencer no es la dictadura madurista sino aquel que no comparte su posición, sin entender que esa conducta favorece el objetivo central de la estrategia de Nicolás Maduro: lograr la división de la MUD. Dolorosamente, pareciera ser que lo ha conseguido. Ojalá que después del 20 de mayo, por el bien de Venezuela, se vuelva a consolidar la imprescindible unidad opositora.
Las recientes declaraciones de Henrique Capriles, en las cuales solicitó un debate interno, que facilite conseguir una solución negociada entre todos los factores democráticos “para revisar la política y el mensaje que promueven y lograr un nuevo acuerdo político” que permita enfrentar las circunstancias que se presenten antes, durante y después de las elecciones presidenciales; así como las de Enrique Márquez, en una entrevista televisiva, en las cuales elogió las declaraciones de Capriles, aunque resaltó las dificultades existentes para alcanzar ese acuerdo: “La decisión a tomar el 20 de mayo es ciudadana: los partidos deben dar libertad a sus militantes para votar. Mi experiencia me indica que la abstención puede ser válida en ciertos momentos para avanzar, pero actualmente no lo es, pues de cumplirse se estaría llamando a no hacer nada”, produjeron una leve esperanza de poder llegar a acuerdos que reduzcan la diatriba existente.
La política diseñada y ejecutada por la oposición democrática tuvo como bandera fundamental fortalecer su unidad interna y un permanente accionar que buscaba aumentar su fuerza mediante la movilización de grandes manifestaciones de protesta de carácter pacífico y su lucha por lograr la realización de las elecciones establecidas constitucionalmente. Esa prudente estrategia permitió el arrollador triunfo en las elecciones  parlamentarias de 2015. A partir de ese momento, la oposición perdió el rumbo. Esta verdad no busca criticar a la MUD. En realidad, lo que deseo resaltar son las equivocaciones y no los responsables. El primer error que cometió la unidad democrática fue no consolidar totalmente su unidad interna después del triunfo. Esta falta de capacidad de diálogo y de compromiso produjo la primera división por parte de lo que se conoció como el grupo radical que empezó a dudar del camino electoral ante las infinitas triquiñuelas del régimen para impedir el referéndum revocatorio presidencial.
El segundo error se originó en la implantación de aquella utópica frase: “El camino que proponemos es constitucional, democrático, pacífico y electoral”. Ella planteaba una irrealidad política. El régimen madurista es una dictadura totalitaria, de orientación marxista, que siempre tratará de preservar el poder a cualquier costo. Ese tipo de régimen obliga a luchar en todos los escenarios posibles para debilitar su base de sustentación. En uno de mis artículos anteriores desarrollé los posibles escenarios de solución de la tragedia venezolana: la vía electoral, la salida militar y la intervención militar multilateral. ¿Cuál de esos escenarios será el que se desarrolle? Es imposible preverlo. Al no poder hacerlo es obligante accionar en todos al mismo tiempo, ya que, además, no son necesariamente independientes uno del otro. El escenario electoral no puede abandonarse. La crisis que generan las elecciones influirá en el desarrollo de cualquiera de los otros escenarios posibles. Esa es la razón por la cual recomiendo a mis lectores votar el 20 de mayo.
Existen numerosos motivos para cuestionar estas elecciones. Tanto su convocatoria como las normas electorales son arbitrarias e ilegales, pero justamente ese es el reto: enfrentar a la dictadura madurista y tratar de ganarle las elecciones de una manera multitudinaria que obligue a la camarilla gobernante a la compleja disyuntiva de reconocer el triunfo de la oposición o realizar un escandaloso fraude. Tomar la segunda decisión, traería por consecuencia la activación, con gran fuerza, de los otros dos escenarios posibles: la salida militar y la intervención militar multilateral. En el caso de la salida militar, han circulado rumores sobre la detención de numerosos oficiales en actividad. El malestar interno es una realidad imposible de evitar: la trágica situación socioeconómica venezolana la padecen también los militares y sus familiares. Además, existe angustia en los cuadros profesionales por las severas y justificadas críticas de la opinión pública en contra de la Fuerza Armada Nacional por su actuación fuera del orden constitucional.
La perpetración de un escandaloso fraude electoral que permitiese la continuación en el poder de Nicolás Maduro produciría, de inmediato, un agravamiento de todas las sanciones impuestas por Estados Unidos, Europa y el Grupo de los 15 en contra del nuevo gobierno y tomaría aún mayor fuerza una posible intervención militar multilateral humanitaria que coadyuve en la solución de la inmanejable tragedia venezolana. Además, Nicolás Maduro, de una manera irresponsable, ha empezado a utilizar un lenguaje innecesariamente retador en contra de Estados Unidos y Europa: "Si me reconoce el pueblo venezolano, qué carajo me importa lo que diga Europa, qué carajo me importa lo que diga  Washington", creyendo que de esa manera puede, demagógicamente, incentivar el nacionalismo y superar el rechazo popular, pero sin entender la magnitud del riesgo que puede estar sometiendo a Venezuela y a su pueblo.
Es verdad que actualmente existe una matriz de opinión fuertemente abstencionista que favorece los intereses de Nicolás Maduro en las elecciones del 20 de mayo. Sin embargo, pienso que el inmenso rechazo popular a su figura y a su gestión puede crear en los sectores populares la convicción de que solo votando se puede poner punto final a su propio sufrimiento. Lamentablemente, la polémica entre sectores de la oposición democrática no cesa, sino por el contrario se incrementan los ataques entre abstencionistas y votantes. Llegué a creer, como manifesté anteriormente, que las recientes declaraciones de Henrique Capriles y de Enrique Márquez suavizarían las tensiones permitiendo al pueblo venezolano decidir libremente. Pareciera que no va a ser así. Lamentablemente, en la oposición democrática se confunde al enemigo: en lugar de ser la dictadura madurista, se toma como tal al abstencionista o al votante, según el sector al que uno pertenezca. Doloroso, pero cierto.

LA VERDADERA ELECCIÓN EN LA DEMOCRACIA (ASDRÚBAL AGUIAR, EL NACIONAL)
La experiencia latinoamericana –así la recogen nuestros textos constitucionales desde el nacimiento de la república– plantea el ejercicio del voto como procedimiento, directo o indirecto, condicionado o no, censitario o no, para designar autoridades en sus diversas instancias. No se obvia, pero incluso se simula, en los largos períodos regidos por el autoritarismo, por el caudillismo, uniformado o no. De modo que, votar bajo dictaduras en nada refuerza el quehacer ciudadano, ni favorece la libertad.
La puerta de entrada a la democracia es el ejercicio del voto cuando implica elegir, decidir, pronunciarse razonadamente entre alternativas reales y democráticas. No se ingresa a la democracia allí donde el voto como medio se desfigura en su propósito o sirve para liquidar de raíz el principio de la alternabilidad: vertebral a la misma democracia. Hacer las maletas y recoger los escritorios para abandonar los gobiernos o parlamentos, también la dirección de los partidos, es la prueba de fuego de un verdadero demócrata.
Eso lo entienden nuestros “padres fundadores” más recientes. Me refiero, en el caso de Venezuela, a Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba, hacedores del Pacto de Puntofijo; a Alberto Lleras Camargo y Laureano Gómez, en el caso Colombia, forjadores del Frente Nacional; o a Jorge Alessandri, Eduardo Frei Montalva, e incluso Salvador Allende, en Chile, paradigmas de alternabilidad ideológica hasta que este tira por la borda la tradición democrática.
Sobre la realidad de las dictaduras dominantes en la región, proscrita la elección libre de los gobernantes, el empeño de aquellos – como consta en la Declaración de Santiago de 1959– es recordar que la democracia, para ser tal, implica respeto de la persona humana, vigencia cabal del Estado de Derecho, separación de poderes, libertad de asociación política y de expresión y de prensa, entre otros estándares hoy confirmados por la Carta Democrática Interamericana de 2001. En suma, la democracia es derecho a elegir y decidir democráticamente, no solo votar.
Es por ausencia de contexto democrático que la comunidad internacional ha declarado que no reconocerá el acto electoral convocado en Venezuela para el 20 de mayo por una asamblea constituyente dictatorial, originada en la negación del principio del voto universal, directo y secreto, y que pretende un ejercicio fraudulento del voto para la escogencia del presidente de la República.
Distintos argumentos, falaces, esgrimen ahora algunos actores “democráticos” venidos del siglo XX, quienes arguyen, para acompañar a la dictadura en su sainete, la falta de otra alternativa; o señalan que la dictaduras nuestras o próximas han salido a través de los votos. Son ellos responsables de sus juicios al respecto y no soy yo quien para reprochárselos. Pero disiento, aquí sí, éticamente, desde mi perspectiva.
Un demócrata no puede excusar su mala decisión en la falta de opciones a la vista; pues ello equivale tanto como a decir que comparte violar la Constitución mientras llega el momento de la legalidad. Abstenerse, devolver con la abstención un mensaje pedagógico ante la opinión, es lo correcto. Es hablar con el silencio, afirmaría mi apreciado condiscípulo Edgar Cherubini. Es decir que se quiere votar, pero no así. Y esa es una decisión democrática, eminente, que realza el ser y la dignidad de la persona.
Que se vote en dictadura como supuesto hábito de libertad o protesta, apenas revela mediocridad democrática; que le conviene tanto a las dictaduras como a quienes hacen de los partidos políticos cárceles de ciudadanía.
Es eso lo que tanto se cuestiona por quienes, habiendo madurado democráticamente, acusan la falta de calidad de la democracia. No admiten el reduccionismo democrático o la democracia instantánea, la de usa y tire, en la que cada uno o cada cual se desprende de sus responsabilidades en un instante para entregárselas a otros: gitanos de la política, que ofrecen en remate ejercer por nosotros el “cesarismo democrático” y hasta mudan de partidos por razones de oportunidad.
En fin, decir que se ha de votar porque a través del voto se cambian las dictaduras es una falsificación de la historia. Los regímenes militares en América Latina han abandonado el poder cuando se resquebrajan por dentro, cuando comprenden la inviabilidad de sostenerse, y al término –privando la “visión institucional”– cuando de manos de algunos de sus miembros se facilita, al efecto, la “salida” electoral.
Lo inédito, lo distinto en Venezuela y en Nicaragua, sin embargo, es que asociaciones criminales –no las Fuerzas Armadas– han secuestrado la maquinaria de sus Estados, incluyendo a militares y políticos, para la ejecución de sus felonías, en especial la del narcotráfico y el lavado de dineros producto de la corrupción.
Es una insensatez, por ende, exigir sindéresis o razonable unidad a la oposición democrática, como lo hacen algunos gobernantes extranjeros incapaces ellos mismos de avenirse sobre medidas comunes para ponerle término a la narco-dictadura-terrorista-militarista imperante en Venezuela. Aquella se encuentra bajo secuestro, es víctima de represión y chantajes, proclive a rendirse y también a inmolarse. ¿Se lo exigirían a los cubanos o a los norcoreanos?

EXILIO: UN REFERÉNDUM QUE SE HACE CON LOS PIES (BEATRIZ DE MAJO, EL NACIONAL)
Hablar de exilio cuando nos referimos a los venezolanos de hoy que voluntariamente emprenden un alejamiento del país es un eufemismo. Deberíamos hablar más bien de destierro, de abandono, de escape.
No existe el venezolano que haga un gesto de voluntad espontáneo y abandone su tierra para echar raíces en otro sitio. Todavía hoy, ese venezolano no existe.
Es que en nuestro país siempre se ha vivido bien. Con poco o con mucho, la nuestra siempre fue una tierra cálida y acogedora para todos. Un lugar donde quien se esforzaba conseguía salir adelante. No cierro los ojos frente a la real exclusión social producida antes de la era chavista que le hacía la cuesta más empinada a muchos. Es que aun dentro de la dificultad, nuestro país siempre fue fértil en ofrecerle salidas a quienes se empinaron sobre los avatares de sus propias circunstancias.
Los compatriotas que habían conseguido alcanzar niveles de holgura económica tradicionalmente viajaban por razones utilitarias, por curiosidad o por espíritu de aventura: para conocer otros sitios, para ofrecerle vacaciones a los suyos, para estudiar o para cumplir tareas de trabajo en otros países. El retorno al terruño había sido siempre mullido y agradable. Sentirse entre los suyos era suficiente para estar bien.
Ya no más. El venezolano de hoy ve a su país como una tierra de sufrimiento, como un reducto de penas y dificultades, como un riesgo, como una maldición. Ello ocurre dentro de todos los estratos socioeconómicos de nuestra población. No es solo la clase media venezolana la que ha emprendido una estampida feroz, una huida desesperada de la realidad que lo circunda. Es la población de a pie la más penalizada por los destrozos alimentarios y de salud, la que no tiene trabajo formal o la que teniéndolo, no consigue hacerse de una vida digna.
En los tiempos que corren, desterrarse en un gesto tanto de rebelión como de impotencia. Rebelión porque se cuentan por cientos de miles quienes han emigrado con el único propósito de poder ofrecer a las generaciones que les siguen algo de estabilidad y oportunidades de desarrollo. Impotencia porque no tiene ya sentido esperar de quienes nos dirigen lo que se sabe que no va llegar: un país que progrese, un ambiente de seguridad, un respeto por los derechos individuales, un mínimo de bienestar colectivo y un atisbo de oportunidades para los más jóvenes.
Pero más que todo lo anterior, este éxodo masivo de venezolanos que de manera anárquica comienza a ocupar espacios en todas partes por fuera de las fronteras propias lo que está haciendo es un referéndum. Un sí o no. Una expresión de hartazgo.
El economista y politólogo norteamericano Charles Tibout desarrolló en la década de los sesenta una tesis sobre la movilidad geográfica de los conglomerados humanos que denominó “Votar con los pies”. De acuerdo con el pensar del catedrático de la Universidad de Washington, exiliarse como lo está haciendo masivamente nuestra población es una manera inequívoca de expresar, en lugar de votar, su desacuerdo con el gobierno o con sus políticas.
Así pues, el desfilar masivo y voluntario de nuestros connacionales hacia el exterior, sin poder determinar qué les depara la vida del otro lado de la frontera, lo que representa es un gesto desesperado, masivo, colectivo, contundente, rebelde y definitivo de desaprobación de la manera en que las cosas del país han sido y están siendo manejadas.
No hay corrección posible, no hay promesas que valgan. Ya no. La única salida es el exilio.
El mundo entero lo está viendo.
Los venezolanos estamos ejerciendo nuestro derecho a votar.
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