BALANCE GENERAL
Editorial (El Nacional) “...Refleja en toda su magnitud la crueldad de la dictadura de Juan Vicente Gómez y las nefastas consecuencias que causó a la sociedad de su tiempo (...) Recoge las vejaciones a las que fueron sometidos los presos de entonces, sometidos a torturas pavorosas, (...) la desatención de la salud de los presos. Jamás los visitaba el médico, ni recibían las medicinas que requería su quebrantada salud aquellos encerrados por motivos políticos (...) Los procedimientos penales han evolucionado en Venezuela, hasta el punto de que resulte difícil una analogía con las vicisitudes reproducidas por las memorias de un venezolano de la decadencia.”
Earle Herrera (Correo del Orinoco) “... Surge la modalidad en la que el periodista le paga a la “fuente” para que esta diga lo que el medio le dicte.”
EXTRACTOS DE LOS ARTÍCULOS DE OPINIÓN
El Nacional (Editorial) Las nuevas Rotundas El libro de José Rafael Pocaterra, Memorias de un venezolano de la decadencia, es una obra mayor de las letras y del pensamiento venezolano.
Refleja en toda su magnitud la crueldad de la dictadura de Juan Vicente Gómez y las nefastas consecuencias que causó a la sociedad de su tiempo.
Testimonio directo de situaciones tenebrosas, sus páginas circularon por el mundo de la época para presentarnos como lo que fuimos entonces: la vergüenza de América.
Recoge las vejaciones a las que fueron sometidos los presos de entonces, sometidos en La Rotunda a torturas pavorosas, a aislamientos que parecían infinitos y a la muerte solitaria y triste de los calabozos. La calidad de la prosa y las patéticas escenas que reconstruyó se convirtieron en un llamado a la conciencia de la sociedad, pero también en una advertencia. El autor clamaba porque jamás se repitieran en la historia que comenzaría después de la muerte del tirano. El escrito de Pocaterra no solo quiere meternos en la fetidez de las ergástulas gomeras, sino también prevenirnos para impedir su repetición. No quería que un lugar tan ignominioso como La Rotunda causara miedo y dolor en el porvenir. Uno de los aspectos en los cuales el autor se detiene, después de describir numerosos tormentos que paran el pelo, es el de la desatención de la salud de los presos. Jamás los visitaba el médico, ni recibían las medicinas que requería su quebrantada salud, para que languidecieran poco a poco, tirados en el piso de los calabozos hasta encontrar el alivio de la muerte. Describe escenas dantescas sobre la mengua física de los cautivos, todos encerrados por motivos políticos, que terminaban por fin su jornada saliendo en una cobija hacia el cementerio sin que se le diera publicidad al macabro cortejo. Ojalá que no reaparezcan estas inhumanas despedidas, estos episodios chocantes con los principios elementales de la civilización, escribió en varias páginas.
Sabemos que la historia no se repite. El pasado tiene caminos para reaparecer sin hacerse notar, para camuflarse en la pretensión de que nadie los vincule con peripecias grotescas del pasado, para que lo consideremos como asunto muerto y enterrado. ¿Es así, del todo? El gran libro de Pocaterra hace que la atalaya desde la cual miramos las situaciones del presente nos detenga en lo que sucede aquí y ahora. Extiende su mirada hasta unos antecedentes que parecen remotos, para estremecernos ante la posibilidad de que vuelvan por sus fueros con el maquillaje de rigor.
Los procedimientos penales han evolucionado en Venezuela, hasta el punto de que resulte difícil una analogía con las vicisitudes reproducidas por las memorias de un venezolano de la decadencia, pero la desatención de la salud de los presos políticos de la actualidad permite la alternativa de intentar una comparación que no parece exagerada. Con los alivios a que obliga el tiempo, con los límites que la evolución de la civilización y el desarrollo de la democracia han impuesto, la tentación de mirar hacia La Rotunda de Gómez para comprender y acompañar el destino de los luchadores que son encerrados por motivos políticos en las prisiones de Nicolás Maduro no es una exageración.
Earle Herrera Correo del Orinoco -“Palangre al revés”- (Pag. 11) En el argot periodístico, ese que nace en las redacciones, palangre es cobrar a la fuente para publicarle lo que esta desee. Lo practican desde el dueño del medio hasta el reportero sin ética ni autoestima. Ahora surge la modalidad en la que el periodista le paga a la “fuente” para que esta diga lo que el medio le dicte. O le ponga picante, como pide la reportera colombiana, Claudia Cano, a un ex agente del Sebin para que lance lodo contra sus jefes, su institución y Venezuela.
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