Resumen Latinoamericano, 4 febrero 2018
La partida del luchador argentino Armando Jaime nos deja un poco más huérfanos a todos y todas quienes seguimos creyendo en la Revolución y el Socialismo. Por qué ocultarlo, si en los años por los que estamos transitando actualmente, con una brutal ofensiva derechista y además de una gran crisis dirigencial, una figura como la del viejo Armando, partícipe de todas las gestas de buena parte del siglo XX y lo que va del actual, se fue convirtiendo en un faro de referencia para cada una de las generaciones que le sucedieron.
Si hay algo que caracteriza la trayectoria de Armando es su vocación irreductible por la unidad de los revolucionarios, y eso, quienes lo recordamos cuando coincidimos con él en las filas del Movimiento Revolucionario Peronista de los 60, ya era algo que lo desvelaba. Humildad en la exposición de ideas, unidad y acción directa eran consignas que no era necesario proclamarlas solo verbalmente sino que Armando, con su ejemplo de vida demostraba diariamente. Pero también, con su hablar sereno y lleno de la pedagogía que utilizan tan sabiamente los de abajo, transmitía a propios y extraños.
¿Cuántos Armandos hay en este entrañable combatiente que a partir de hoy comenzaremos a extrañar?. Porque es indudable que a la hora de mostrar su trayectoria, no alcanzarían las cuartillas: integrante activo de la Resistencia peronista, fundador del MRP y el Frente Revolucionario Peronista, partícipe de esa experiencia de lucha armada que fue el Ejército de Liberación del Norte, sindicalista combativo que le dio vida a la CGT clasista de Salta y que aportó a la CGT de los Argentinos, hermano de lucha y de ideas de ese otro grande llamado Agustín Tosco en el Frente Antimperialista por el Socialismo (FAS), compañero del irreductible Comandante del PRT-ERP, Roberto Mario Santucho, fundador del Movimiento Obrero, Campesino, Estudiantil Popular (MOCEP), organización que mantuvo en pie hasta el presente. Internacionalista como el Che, a quien siempre admiró, Armando puso cuerpo y alma para estar a la altura de lo que el Guerrillero Heroico proponía para liberarnos del capitalismo.
Como muchos de nosotros y nosotras, Armando abrazó al peronismo de los de abajo, aquel que siempre existió para temor de la burguesía y la oligarquía, el de Evita y los descamisados, No el de las cúpulas y los burócratas sino el que se organizaba “desde abajo y combatiendo”, esa identidad política que pasaba muchísimas veces por encima de los frenos que ponía el propio Perón, al que Armando reconoció como líder de masas pero no como arquetipo revolucionario. En ese andar, fue junto al inolvidable John William Cooke uno de los primeros que supo tejer lazos fraternales entre el peronismo revolucionario y el guevarismo.
Recuerdo como si fuera hoy, esa cita del 20 de junio de 1973, cuando se concretó uno de los más grandes actos de masas de la historia de este país. Una enorme muchedumbre había caminado kilómetros para llegar a las proximidades del aeropuerto de Ezeiza para reencontrarse con Perón después de tantos años de exilio. Las columnas montoneras y de otras organizaciones populares marchaban con sus banderas al viento, y de pronto los vimos. A un costado de la ruta, saludando con sus pancartas de lucha, Armando y sus compañeros, llegados desde Salta, con ropas humildes, en alpargatas deshilachadas, alegres como todos los que estábamos allí, reivindicando en sus consignas a quienes habían caído en tantos años de Resistencia. Nuestra columna se detuvo y poniéndonos frente a ese grupo de compañeros, los aplaudimos, nos abrazamos, cantamos juntos preanunciando lo que más queríamos, que la Patria sea socialista y que los pobres, las y los trabajadores y campesinos dejen de ser explotados. Era nuestro homenaje generacional a un hombre al que ya admirábamos por su rebeldía.
Horas después, cuando se desató la tragedia, cuando la derecha peronista baleó a mansalva a la multitud, cuando no sabíamos cuantos muertos y heridos teníamos que sumar a nuestra lista de héroes, cuando Perón decidió no llegar adonde lo esperaba su pueblo y prefirió abrazarse física e ideológicamente con quienes habían masacrado a su pueblo peronista, me crucé con Armando en la larga y triste marcha del regreso a la ciudad. Estaba desolado por lo que habíamos visto. Con rabia, nos dijo; ““Ahora sí el viejo (por Perón) ha decidido hacer un viaje sin retorno, se necesitarán muchos años para que salgamos de esta tragedia”. Mostraba de esta manera dotes de visionario, por todo lo que sucedió a partir de ese aciago día.
Horas después, cuando se desató la tragedia, cuando la derecha peronista baleó a mansalva a la multitud, cuando no sabíamos cuantos muertos y heridos teníamos que sumar a nuestra lista de héroes, cuando Perón decidió no llegar adonde lo esperaba su pueblo y prefirió abrazarse física e ideológicamente con quienes habían masacrado a su pueblo peronista, me crucé con Armando en la larga y triste marcha del regreso a la ciudad. Estaba desolado por lo que habíamos visto. Con rabia, nos dijo; ““Ahora sí el viejo (por Perón) ha decidido hacer un viaje sin retorno, se necesitarán muchos años para que salgamos de esta tragedia”. Mostraba de esta manera dotes de visionario, por todo lo que sucedió a partir de ese aciago día.
Se hace indispensable también recordar al Armando Jaime internacionalista, al que en sus primeros años de militancia repudió en los años 60 a los reyes de Bélgica que habían llegado al país invitados por el presidente Illía, cuando junto a un grupo de compañeros se plantó frente al cortejo y reivindicó al asesinado revolucionario congoleño Patrice Lumumba. De allí fue derecho a la cárcel pero con la satisfacción del deber cumplido. Luego hay que citar sus discursos y acciones en los que el apoyo a Cuba, la lucha de Fidel y el Che eran una referencia constante. Una vez en el exilio, donde volvimos a reencontrarnos, fue uno de los promotores principales de la solidaridad con los trabajadores latinoamericanos perseguidos por las dictaduras y también reivindicó la victoria del Sandinismo en 1979 y la campaña ofensiva de los salvadoreños del FMLN. En estos últimos años su marco de apoyo práctico a los que luchan en el continente se amplió mucho más, volcando su compromiso con Venezuela Bolivariana, la Bolivia de Evo Morales, la insurgencia colombiana y sobre todo con los pueblos que luchan contra el extractivismo.
Toda su vida Armando la dedicó a batallar contra el imperialismo y por el socialismo. No se amilanó cuando algunos de nuestro entorno optaron por el “capitalismo suave” o “serio”. Precisamente cuando lo homenajeamos por sus 80 años, en la sede de la CTA, quiso remarcar esa contradicción y señaló, que por más vueltas que se le dé, “ni suave ni serio, se trata de capitalismo”.
Para quienes desde hace 30 años le damos fuerza al proyecto comunicacional que representa Resumen Latinoamericano, debemos decir también que con Armando se marcha también un colaborador imprescindible de nuestra publicación. Allí escribió en sus años de exilio sus reflexiones rebeldes, y una vez retornados al país, fue el distribuidor junto a sus compañeros del MOCEP, del periódico en Salta y Jujuy.
Lo dicho, con Armando Jaime se va una enorme parte de la historia revolucionaria contemporánea argentina y Latinoamericana. Como ocurre con los patriotas que trascienden, queda un legado riquísimo. Experiencias que ayudarán a equivocarse menos a los más jóvenes, ejemplos de honestidad y disciplina revolucionaria para combatir el desánimo y la naturalización de la burocracia, el oportunismo y la corrupción, tan en boga en estos tiempos.
Cuando de aquí en más, aunque pasen muchos años, si alguien desee ilustrar con un nombre el quehacer constante y entusiasta para construir un clima revolucionario en tiempos difíciles, habrá que decir, sin dudarlo: ARMANDO JAIME.
Cuando de aquí en más, aunque pasen muchos años, si alguien desee ilustrar con un nombre el quehacer constante y entusiasta para construir un clima revolucionario en tiempos difíciles, habrá que decir, sin dudarlo: ARMANDO JAIME.
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