Farías
regresa en 1838 a la Nueva Granada desde donde planea una nueva invasión por
Perijá, pero es hecho prisionero y condenado a muerte. Durante su cautiverio
cayó muy enfermo, sus enemigos ignoraron el decreto de indulto de Páez y
confiscaron sus propiedades, fueron inútiles las peticiones hechas por notables
de Caracas y Maracaibo para que se le conmute la pena, en especial la solicitud
hecha por parte de Rafael Urdaneta al presidente Carlos Soublette quien
definitivamente se negó a firmar el indulto. El 7 de junio de 1838 un día
antes de morir Farías escribió: “Adiós, Patria querida, esposa amada, hijos que
formaban mi delicia, adiós, amigos y parientes, un recuerdo”. El 8 de junio fue
conducido a la plaza San Sebastian de Maracaibo, tan enfermo y débil que
tuvieron que llevarlo en una silla, llegó muerto a la plaza, tal era el encono
de sus enemigos que aun así lo fusilaron a las 4 de la tarde.
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