Caracas, 28 de diciembre de 2016.- Tabaré Alonso es técnico en sistemas de 28 años que se cansó un día de lo rutinario de su vida y decidió hacer una pausa.
Practica el cicloturismo y expresa que él no planifica su viaje, solo rueda hasta donde le dé el cuerpo y acampa en cualquier lugar que parezca seguro. Además de esto, él se alimenta de una manera muy básica y a pesar de ello, dice que la fuerza viene de la voluntad y por eso se ha mantenido bien en sus diversos viajes, reseña el portal web de Onda de superación.
Alonso comenta que su entrada a Venezuela fue por La Gran Sabana, pasando por la frontera con Brasil. Decidió adentrarse en Venezuela porque admira sus paisajes y siempre fue un sueño para él conocer El Parque Nacional Canaima. Su experiencia en el país ha sido bastante cálida debido a que ha sido tratado con amor.
Esta es la historia de Tabaré Alonso y su viaje en bicicleta por América, con especial énfasis en lo que halló en su paso por Venezuela.
¡No vayas a Venezuela!
Tan pronto comentó en sus redes su decisión de visitar Venezuela empezó a recibir advertencias y rogatorios, uno tras otro, que intentaban hacerlo desistir de la idea.
“La gran mayoría era de gente venezolana. ‘Te van a robar, te van a secuestrar’, me decían cada dos por tres. Odiaba que me dijeran eso, porque yo sí quería ir”, relató Tabaré.
La decisión de Alonso estaba tomada. Giró hacia Brasil, remontó ríos, llegó hasta Manaos y finalmente se encontró frente a la frontera con Venezuela.
“Que fácil es amarte Venezuela estoy en una deuda emocional con Venezuela, un país que con su calor de gente me ha brindado su cariño, se vistió de los más lindos colores para recibirme y hasta ofreció adoptarme como uno de sus hijos. amo este país, y pensar que al principio miles de personas me aconsejaron no venir acá, gracias a Dios no escuche esas voces que en su falta de conocimiento me estaban negando el paso a este paraíso del globo terráqueo llamado Venezuela” expresó Alonso en su red social instagram @tabarealonso.
Tabaré asegura que los venezolanos son gente amable y solidaria como no había encontrado en todo su viaje. “Si necesito ayudo, yo la pido, no tengo problema con eso. Pero aquí la ayuda viene a mí. Las personas son las que se acercan. ¡Eso me impresiona! No les importa si no me he bañado, si tengo el pelo largo o estoy lleno de barro. Se acercan para cuidarme, para preguntarme si estoy bien, si comí hoy. Esto no me pasó en ningún otro lado”, afirma el uruguayo.
El ciclista visualiza la paciencia como uno de los valores agregado que le ha brindado su paso por Venezuela. Sus largas horas de camino separado de la tecnología, desprendido de las tareas cotidianas que antes como todo ser humano tenía, lo pone en contacto directo conmigo mismo. “Solo somos el camino y yo. Esto genera una experiencia que para entenderla hay que vivirla”.
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