TEMA ESCENARIO ELECTORAL
MATRICES: Dictadura, fraude electoral, falta de independencia del CNE.
BALANCE GENERAL
Editorial (El Nacional): “… Desde 1958 y hasta la primera victoria del comandante Chávez, todas las elecciones que llevamos a cabo se distinguieron por el equilibrio del organismo electoral. Los mandatarios se sucedieron en plena normalidad, sin que se temieran sobresaltos capaces de trastornar la vida de la ciudadanía. …”
Oswaldo Álvarez Paz (El Nacional): “…2017 ha sido uno de los peores años en la historia de Venezuela. No me atrevo a decir que el peor, pero está muy cerca de merecer tal calificación. En lo social, en lo económico, en lo internacional, en lo político y, entre otras cosas, en materia de seguridad nacional y defensa integral de la soberanía. Que yo recuerde, jamás habíamos estado peor…”
Antonio de la Cruz (El nacional): El próximo año será determinante para el porvenir de Venezuela (…) el CNE sesgó el proceso electoral a favor del gobierno (…) el régimen de Maduro hizo énfasis en la coacción del voto a través del carnet de la patria, (…) El año 2018 será de mayor conflictividad social por los efectos de la hiperinflación, el desabastecimiento y la crisis en los servicios públicos.
ARTICULOS DE OPINIÓN
Editorial “El deslumbramiento chileno” (El Nacional) 20 de diciembre de 2017 12:01 AM
La transparencia de las elecciones presidenciales de Chile y la actitud de los contendientes han llamado la atención entre nosotros. Unos resultados transmitidos inmediatamente después del comienzo de los escrutinios y la cordialidad del vencedor y del vencido han dejado honda huella, como si se tratara de un hecho insólito. Las redes sociales se han volcado en elogios, y muchos de los usuarios manifestaron envidia por esa felicidad ajena y lejana.
Hace tiempo que no se experimenta un hecho semejante en Venezuela. Es una falta que va para dieciocho años, una ausencia tan grande que pareciera desterrada de los recuerdos colectivos. De allí la extrañeza y hasta el dolor ante una carencia que parece irremediable. Sin embargo, sucesos como el chileno que ahora celebramos fueron parte de una rutina de nuestros procesos electorales hasta la llegada del chavismo. Mirar hacia ese pasado entrañable nos puede dar cabal noticia sobre los tesoros perdidos en la ciénaga de la política nacional.
Desde 1958 y hasta la primera victoria del comandante Chávez, todas las elecciones que llevamos a cabo se distinguieron por el equilibrio del organismo electoral y por el respeto de las decisiones salidas de su seno. Los mandatarios se sucedieron en plena normalidad, sin que se temieran sobresaltos capaces de trastornar la vida de la ciudadanía. Ni siquiera durante la época de los movimientos guerrilleros se sintió la amenaza de acontecimientos capaces de alterar el orden público. Ni siquiera la estrechez de los resultados de las elecciones en las cuales Rafael Caldera, candidato de la oposición, derrotó a Gonzalo Barrios, nominado por el gobierno, hizo que la sangre llegara al río. Después de pugnas realmente insignificantes, se reforzó el hábito de la concordia cívica.
También la urbanidad política fue entonces un rasgo predominante. Se reconocieron sin estridencias los triunfos y los reveses. Se cumplieron las ceremonias del saludo de los políticos que habían participado en los procesos, ante la vista de los votantes. Los traspasos de la administración no fueron bruscos, sino el resultado de un avenimiento realizado por comisiones de enlace, de un tránsito de informaciones capaces de asegurar el pase confiable a las autoridades escogidas por el pueblo. Así sucedió después del derrocamiento de Pérez Jiménez y hasta el ascenso del chavismo, debido al establecimiento de una rutina que hoy nos parece extraña y remota.
El hecho de que nos admiremos por el espectáculo de civismo que acabamos de ver en Chile da cuenta de cómo hemos perdido un tesoro protegido por rutinas encarecidas que no solo se establecieron aquí con firmeza, sino que también sirvieron de ejemplo a los países vecinos que no disfrutaban de los bienes de la democracia y los buscaban con afán.
Ellos los encontraron y los disfrutan, mientras nosotros los perdimos y los anhelamos. En consecuencia, la necesidad de recuperarlos es perentoria. Fuimos estrellas de ese teatro y tenemos el derecho, o más bien la obligación, de ser de nuevo sus protagonistas esenciales. En relación con el asunto de los sufragios chilenos que hoy nos conmueven conviene recordar que, debido al civismo venezolano, primero fue sábado que domingo.
Oswaldo Álvarez Paz “La desviación electoralista” (El Nacional) 20 de diciembre de 2017 12:06 AM
2017 ha sido uno de los peores años en la historia de Venezuela. No me atrevo a decir que el peor, pero está muy cerca de merecer tal calificación. En lo social, en lo económico, en lo internacional, en lo político y, entre otras cosas, en materia de seguridad nacional y defensa integral de la soberanía. Que yo recuerde, jamás habíamos estado peor. A veces trato de ser cuidadoso con el lenguaje para evitar exageraciones. Después de hacerlo pienso que me quedo corto ante la realidad que trato de describir con prudencia.
De las últimas cosas importantes del inconcluso año podemos señalar la prohibición de viajar a Lima a 120 niños y a quienes los representaban, con todos sus papeles en regla. Les anularon los pasaportes y al régimen no les importaron los enfermos. Iban a encontrarse con sus padres para estar juntos al menos en Navidad y Año Nuevo. En medio de tanta tragedia y desesperanza esto pareciera una tontería, pero no lo es. El señor Maduro se fue a Turquía, con varias escalas repetidas de ida y vuelta. Suma su voz a la de los más radicales islamitas en contra de Estados Unidos y, al igual que Chávez, maldice a los judíos y ofende gravemente a Israel. Viaja en avión cubano y utiliza un lenguaje más condenable que el de sus protectores y jefes reales. Pobre país el nuestro, gobernado como sabemos.
No es necesario continuar la descripción de jornadas deplorables que se suman a la miseria alimenticia, sanitaria, de servicios y al deterioro de la planta física de la nación. Pareciera un ejercicio adicional de masoquismo como desahogo sin mayores consecuencias prácticas. Lo hago para ratificar mi convicción de que mientras este régimen exista no hay, ni habrá, solución posible a ninguno de los problemas existentes. Básicamente, porque la existencia del régimen es el problema y es lo que debemos resolver por encima de todo lo demás.
Las conversaciones, diálogos, negociaciones, paseos conjuntos o lo que hacen en Santo Domingo, lejos de generar esperanza y animar la ilusión de cambio, siembran desconfianza y recelo con relación a los verdaderos objetivos de la parte no gubernamental. Luego de observar y analizar detenidamente cuanto sucede, concluyo que, por lo menos a mí, no me representan. Están enfermos de electoralitis aguda. Lo electoral es importante, pero no es lo único. Ni siquiera lo más importante.
Para el cierre de este año reafirmo principios y valores que en esta hora tienen más vigencia que nunca. Están cada día más y mejor representados por la Conferencia Episcopal Venezolana. Bajo su orientación podemos ver con mayor claridad el camino.
Antonio de la Cruz “En 2018, la elección presidencial determinará el porvenir de Venezuela” (El nacional) 20 de diciembre de 2017 12:07 AM
El próximo año estará marcado por la elección presidencial. Todos los factores políticos coinciden en que será determinante para el porvenir de Venezuela. Nicolás Maduro, la nomenklatura y su “socio” cubano buscarán afianzar el Estado autoritario, en el cual Maduro consolidarla su perfil dictatorial. Las elecciones para la asamblea constituyente, gobernadores y municipales así lo demuestran.
En la elección de la asamblea constituyente, el Consejo Nacional Electoral manipuló “al menos 1 millón de electores” para que Maduro consiguiera la mayoría de los constituyentistas.
En cuanto a las elecciones de gobernadores, el CNE sesgó el proceso electoral a favor de los candidatos oficialistas al modificar el Registro Electoral; reubicar centros electorales; rechazar la sustitución de candidatos; eliminar el uso de la tinta indeleble y los controles del voto asistido, entre otros. Y para sellar el triunfo, obligaron a los gobernadores electos a juramentarse ante la asamblea constituyente.
En las elecciones municipales, además de los cambios introducidos en las de gobernadores, con la excepción de la sustitución de candidatos, el régimen de Maduro hizo énfasis en la coacción del voto a través del carnet de la patria, como tarjeta de identificación, y el voto asistido; la violación del perímetro de seguridad del centro electoral; y la destitución de los testigos de mesa por presentar objeciones a la forma como se desarrollaba el proceso electoral.
En menos de cinco meses el régimen de Maduro dejaba atrás la forma de gobernar de los últimos 17 años, un régimen autoritario con elecciones competitivas.
Después de que obtuvo su peor derrota en las elecciones parlamentarias de 2015, Maduro y su “socio” cubano optaron por cambiar el “autoritarismo competitivo” impuesto hasta ese momento por el de una dictadura comunista, en la que el partido político del régimen gana todas las elecciones con una gran mayoría, léase Cuba, Rusia, China y en extremo Corea del Norte.
Las fuerzas políticas de la oposición agrupadas en la Mesa de la Unidad Democrática, luego de ganar la gran mayoría de Asamblea Nacional con las reglas electorales del régimen, optaron por enfrentar a Maduro como una dictadura durante el primer semestre de 2017, una vez que Maduro trancó la realización del referéndum revocatorio presidencial en 2016 –el mecanismo que estipula la Constitución para salir de un gobernante cuando pierde el apoyo popular y atraviesa por una grave crisis de gobernabilidad.
Sin embargo, el régimen de Maduro logró sortear la situación, llevando a la MUD a al terreno electoral. El régimen utilizó el “autoritarismo competitivo” para disuadir a los partidos de la MUD a no seguir en las calles –resistencia pacífica– después de cuatro meses de protestas, con más de 140 muertos, miles de personas arrestadas, cientos de presos políticos y el rechazo de la comunidad internacional a la dictadura. Fue el momento político más débil del régimen.
A pesar de esto, los dirigentes de la MUD enfrentaron al régimen de Maduro en las elecciones de gobernadores como lo hicieron en las votaciones parlamentarias de diciembre de 2015.
Las encuestas indicaban un desgaste de la gestión del régimen, alcanzando el nivel más bajo de aprobación (17%) en julio de 2017. Por lo que la MUD actuó bajo el paradigma de que el régimen entraba en una transición política, denominada soft landing, una tesis divulgada por el ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero y Tom Shannon, del Departamento de Estado de Estados Unidos. Más bien todo lo contrario, Maduro y su “socio” cubano habían decidido usar las elecciones de gobernadores, y posteriormente las municipales, para consolidar la dictadura, sin votaciones competitivas.
La consecuencia ha sido la pérdida de autoridad de los líderes de la MUD para producir el cambio político en Venezuela, reflejándose en las encuestas de julio y diciembre: Leopoldo López -8%, Henrique Capriles -4%, Henri Falcón -3% y Henry Ramos Allup -2%.
Ante el escenario electoral de 2018, una parte de la MUD (Primero Justicia, Voluntad Popular, Acción Democrática y Nuevo Tiempo) busca reeditar y mejorar las condiciones electorales –elecciones competitivas– de diciembre de 2015, con el diálogo en República Dominicana (cronograma, renovación del CNE y observación internacional). Enfrentando al régimen de Maduro como si fuera un “autoritarismo competitivo”, lo que dejó de ser desde el pasado octubre.
El año 2018 será de mayor conflictividad social por los efectos de la hiperinflación, el desabastecimiento de comida y medicinas y la crisis en los servicios públicos. Una situación que se acentuará a medida que transcurra el año.
Por ello, Maduro buscará adelantar la elección presidencial para marzo, porque necesita terminar de legitimar su liderazgo político en el Partido Socialista Unido de Venezuela y el país, un proceso que inició el 30 de julio de 2017.
Mientras que la oposición debería ir a la elección presidencial en el último trimestre, o en diciembre de 2018, porque debe reconstruir la confianza con la mayoría de los venezolanos (78%), que rechaza la gestión de Maduro. Además, dispondrá del tiempo necesario para escoger el candidato unitario de la oposición.
Ante la solución electoral a la crisis de gobernabilidad en Venezuela, Maduro buscará resolverla as soon as possible, mientras que la oposición deberá hacerlo cuando corresponda por la Constitución, desafiando a una dictadura. Porque está en juego el porvenir de Venezuela.
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